No me apetece medir las palabras. Ni contar minutos o esperar el momento más oportuno. No quiero jugar a ver si se equilibra la balanza, ni mover el contrapeso, ni reforzar tus gestos. Mirar el segundero del reloj para saber quién avanza en una cuenta imaginaria o en una estrategia para ganar la nada.
No, no quiero.
Quiero anécdotas, cerveza, que se desborde el mar, escuchar tus miedos, acariciar tus cicatrices, sol, planes, ganas, oler tu piel durante horas, películas, sexo, libros, hablar de viajes futuros o de aquello que quisiste ser y no pudiste, escuchar tu niñez, tocar tus raíces...
Quizá tú no quieres. O no sabes cómo decir que lo quieres. Pero yo... Yo no voy a esperar por si sucede.
No, no quiero.
Quiero anécdotas, cerveza, que se desborde el mar, escuchar tus miedos, acariciar tus cicatrices, sol, planes, ganas, oler tu piel durante horas, películas, sexo, libros, hablar de viajes futuros o de aquello que quisiste ser y no pudiste, escuchar tu niñez, tocar tus raíces...
Quizá tú no quieres. O no sabes cómo decir que lo quieres. Pero yo... Yo no voy a esperar por si sucede.