Sonríe a los recién llegados y pronuncia sus nombres con claridad cuando se acercan a darle un beso. Huele a colonia de bebé.
Dos barras, cada una a un lado de la cama, le protegen del suelo, aunque él se empeña en caminar demasiado pronto. Quizá porque ha caminado mucho tiempo con sus 84 años de vida, aunque ahora alguien le haya arrebatado la capacidad de mover el lado izquierdo de su cuerpo, de pensar con lucidez. Habla en concatenaciones de pensamientos, de recuerdos que muchas veces se entremezclan con otros recuerdos.
Es mi abuelo. La persona del mundo que menos imaginaba en esta situación.
Cuando me vió dijo "Mi nieta. Poesía. Cantante".
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