Creo que aunque intente dormir esta noche, no podré hacerlo. Tumbada en la cama, con la mente agotada pero con la ilusión agitada, trato de poner las ideas en orden.
Este fin de semana he vivido un acontecimiento histórico.
Es más, no es que lo haya vivido, sino que he participado activamente en su planificación, organización y ejecución, con la colaboración de personas maravillosas que han brindado su tiempo y sus ganas a que el acontecimiento fuera perfecto.
Estas Primeras Jornadas de Bisexualidad en España han sido un fantasma amenazante en la lista de por hacer durante meses, pero hasta el primer día no pude comprender el significado de aglutinar a más de cincuenta personas de todos los puntos del mapa. Todos ellos rebosantes de discurso. Todos ellos con ganas de aportar, de pelearse, de aprender.
He escuchado comentarios de "Tenía que estar aquí, no podía perdérmelo" en boca de asistentes con ojos brillantes, con palabras de agradeciimiento continuo.
El momento culmen fue anoche, en una fiesta, revisando el texto de conclusiones clave de las Jornadas con una copa en la mano cada uno de nosotros. De repente fuimos conscientes de que estábamos generando un documento importante, una referencia.
Sí, un precedente.
Jamás había asistido a un momento así. Soy un agente de cambio. Y, hasta hoy, no había sido consciente de ello.
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