miércoles, mayo 26, 2004

Mi regalo de primavera tardía va aumentando progresivamente, como siga mejorando la situación caminaré a varios palmos del suelo. Saludaré a la gente por la calle mirando, por primera vez en mi vida, desde arriba y no desde abajo (mido 1,62).
Un reconocido profesional ha visto mi proyecto. Y le ha gustado. Se ha molestado en tragarse los ochenta y siete minutos, ha obviado los errores garrafales de sonido. Y le ha gustado.
Esto me recuerda al día del estreno con el equipo técnico. Que reían cuando había que reir, salvo en una escena dramática en la que el recuerdo de unos macarrones asquerosos despertó las risas de los protagonistas. Pude apreciar el brillo de los ojos en algunos momentos de especial intensidad. Y aplaudieron. Y les gustó de verdad, no con la boca pequeña, o la mirada hacia otro lado, por compromiso.
Por eso me gusta contar historias en imágenes, en sonidos, en letras. Me gusta cuando sientes el hilo invisible de comunicación entre el oyente y la historia. Cuando ves la emoción erizando el vello de los brazos, a través de las lágrimas, a través del silencio justo al terminar el mensaje. Por eso prefiero las salas de visionado, cantar con los ojos cerrados. En la oscuridad imagino esos hilos invisibles. O quizá sea timidez.
Me gusta dedicarme a lo que me dedico aunque nadie me pague por ello.
Porque hay personas que se molestan en escucharte hasta el final. Y , a veces, comprenden aquello que querías expresar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario