El otro día conocí a una chica con un móvil con llamadas entrantes restringidas a una lista de 64 números.
Queda limitada por sus padres, por su móvil de empresa a 64 números entrantes. Sin llamadas de teleoperadoras a la hora de la siesta. Sin llamadas de “Te quiero” desde una cabina o un número desconocido, confundido. Sin todo el azar fruto de malas combinaciones con los dedos.
Números previamente aprobados, pactados, cerrados, que dejan un espacio telefónico comprimido, sin aire. Para incluir una nueva persona debe retirar a alguien de los existentes. ¿Bajo qué criterio? ¿Los números de más minutos? ¿La asiduidad de la comunicación? ¿Y si precisamente se evita esa llamada maravillosa de reencuentro? ¿O de necesidad de ayuda?
En los últimos dos años he cambiado tres veces de casa, dos de teléfono fijo y cuatro de móvil. ¿No habré hecho yo algo similiar? ¿No habré dejado llamadas pendientes, con la fría voz de movistar informando sobre que “ese abonado ya no existe”?
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