El gorila revisa mi entrada y niega con la cabeza:
- Esta entrada es de grada, no de pista. Tu asiento está por la puerta 42, por allí.- Señala con el dedo a su izquierda.
Suspiro. Después de un largo parlamento con mis amigos, que sí tienen entrada en pista, vuelvo a hablar con el gorila.
- Mira, sé que esto a ti no te importará. Pero mi asiento está en una zona en la que no quiero ver a alguien. Lo hemos dejado. Yo venía con unos amigos...- Aparto la cara porque se me salta alguna lágrima.
De repente, el gorila hace un gesto a sus compañeros:
- Esta chica pasa.- El corro de gorilas me hace un pasillo mientras mis amigos alucinan. Acabo de conseguir algo que parecía imposible.
Descubro que los gorilas también tienen corazón.
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