Fin de semana intenso, en el que he vivido la mejor, más divertida y más emocionante boda a la que he asistido nunca. Pocos hijos pueden asistir a la boda de sus padres (eh Little Pedro?).
También he tenido la oportunidad de reconciliarme con una ciudad preciosa: Sevilla.
Hace nueve años tuve la ocasión de vivir allí, para tratar de trabajar en mi sueño, en el mundo del cine. Esto desembocó en la experiencia laboral que he odiado más de mi existencia. Pero odié a los actores, a los técnicos, cada instante pasado, cada rincón de la ciudad, cada minuto de las doce horas de rodaje. Yo, que llegaba con mis veintipocos años y muchos sueños en el bolsillo.
Algo que parecía imposible. Como dijo mi amiga Mónica: "No puedo imaginar qué te puede haber sucedido para que conviertas toda esa ilusión en rencor".
Probablemente si me hubiese imaginado nueve años después, camino de una boda, si me hubiese cruzado conmigo misma no me hubiera reconocido. Probablemente me hubiese defraudado. Con mi trabajo serio, mi vida centradita. Pero tampoco me hubiese imaginado así de tranquila, así de feliz, así de orgullosa.
Todas las vidas que he vivido en estos nueve años. Un largometraje, un disco. Bueno, quizá no me hubiese defraudado tanto, tan sólo me hubiese sorprendido hacer un MBA, yo que suspendía sistemáticamente todas las asignaturas que se apellidaban "Empresa" en mi carrera...
Todas estas vidas que he vivido.
Y las que me quedan por vivir.
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