Se llamaba Tete.
Fue el primer hombre con el que me acosté, en una noche de demasiado alcohol y autodestrucción como para acostarme con nadie. Fue mi compañero de piso, compañero de grupo y mi mejor amigo hasta que su vida se volvió tan ingobernable que sus deudas se antepusieron a cualquier relación con nadie. Sé que sigue por ahí. Tampoco tengo claro en qué andaba exactamente.
Pero de la noche a la mañana pasó a ser un extraño.
Recuerdo que en nuestro loco piso compartido siempre sonaba la voz de Antonio Vega al menos una vez. De hecho recuerdo toda la discografía a través del pésimo sonido de los altavoces de un despertador CD que Tete empleaba como reproductor en su cuarto.
Analizamos cada palabra, cada acorde, cada solo de cada una de las canciones de cada disco durante horas, mucho antes de que todo se torciese. No puedo desligar esa música de Tete.
Tampoco puedo separar a Antonio Vega de todo mi aprendizaje musical, de mi manera de componer.
Recuerdo que cuando conocí a Javier Monforte, productor de Hevia, guitarrista de Luz Casal, me dijo que mi manera de componer le recordaba a la de Antonio: "Variaciones sobre una misma melodía."Algo que me hizo sentirme orgullosa durante meses.
Antonio Vega Tallés ha muerto hace unas horas en Madrid.
Hoy es un día un poco más triste para la música.
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