La felicidad está en disfrutar de aquello que posees y olvidar lo que no tienes.
Mi casa siempre está abierta para mis amigos.
El último en llegar ha sido J, argentino, cuarenta y dos. Ahora parece que ha resuelto su vida, después de vivir diez años en una ciudad que no le gustaba, de trabajar en un trabajo que odiaba. Se marchó a Buenos Aires con sus padres.
Como le pagan un alquiler aquí que en Argentina renta como si fuera tres veces más, tiene su existencia asegurada. Nunca jamás trabajará, porque estableció un colchón de posesiones.
Pues todavía se queja. Se obsesiona con las obras de su casa, que le van a salir a cuatro duros. Se obsesiona con unos desmayos que le dieron a su madre, que finalmente no tiene nada. Se obsesiona de igual manera que cuando trabajaba a turnos.
Ayer vino de ver a unos amigos y se quejaba de que ¡había conocido a una mujer maravillosa! Porque la ha encontrado en Madrid justo cuando vuelve a su tierra.
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