Le había convencido su primo para bañarse en el río, que allá por los años 20 no estaba aún contaminado. Pero se habían dejado los bañadores en casa, y claro, una hora de caminata serviría seguro para que desaparecieran las ganas de un chapuzón rápido. Por no hablar del sol, que le freía los sesos, o del sudor que pegaba la ropa a la piel.
- No me atrevo.
- Venga- dijo el primo mientras se quitaba la camiseta.- No es para tanto.
- Si nos ve mi madre nos mata.
- No lo va a saber nadie.
Así que se desnudó. El agua del río calmó su calor, justo en el momento en el que el primo intentó una de sus tretas.
- La llevas.- Echó a correr tras las zancadas apresuradas de su primo.
Un silbido interumpió el juego, a bastantes metros de donde habían dejado la ropa.
-Mierda.- gritó el primo.- El tren de Tudela.
- Te lo dije. Esta vez sí que nos van a pillar.
Mi abuelo divisó a lo lejos un tren que seguramente transportaría a algún conocido de su madre. Pamplona era y es un lugar muy pequeño en el que todos se conocen.
Se dispuso a proteger su honor, tapándose sus partes pudendas.
- ¡Pero qué haces! .- Exclamó el primo.
- Tapándome.
- Si te tapas ahí todos van a saber que J.J.M se estaba bañando desnudo en el río.
-Ah, ¿y qué propones?
El tren pasó a su lado a toda la velocidad que alcanzaban los trenes en los años 20. Medio vagón contemplaba con vergüenza a aquellos dos jovenzuelos. Más de una mujer gritó horrorizada.
Dos chicos mostraban sus cuerpos tal y como sus madres les trajeran al mundo mientras se tapaban la cara para no ser reconocidos.
Mi bisabuela jamás se enteró de la hazaña.
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