Al fin lo conseguí, reproducir con mis propias manos los platos del restaurante tailandés que cerraron hace un par de años. Para ello me cercené la yema del pulgar derecho con un rayador de verduras (véase abril), intoxiqué a varios amigos con mis experimentos y comencé una intensa búsqueda de aceite de cacahuete por toda la península.
Bien. Pues el miércoles probé el fruto de todos mis esfuerzos. Y estaba cojonudo.
Lástima que sea la primera y la última vez que pruebe ese plato, porque tuve una reacción alérgica al aceite de cacahuete que me llevó derechita a urgencias para que me pincharan Urbason.
No sabía que fuera alérgica a nada, pero gracias a mis experimentos de cocina panasiática lo he descubierto.
Por supuesto, el wok lo pienso tirar a la basura.
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