Hoy la vi en una foto.
Una de esas típicas instantáneas tomadas a escondidas, en las que alguien que es retratado al fondo sonríe como si fuese el centro de atención. Una en la que ella aparecía delgada pero sonriente, con el pelo recién cortado. Alrededor, multitud de banderas de colores, en un orgullo gay de hace demasiado tiempo. De hecho apenas recuerdo el último café que me tomé con todas aquellas personas que figuran en la foto.
Uno de los amores de mi vida, pero también mi tortura. Lenta, dolorosa, deliciosa a ratos. Como su vida. Condenada a ser Peter Pan para siempre, encauzada siempre en sus cuarenta y pocos kilos mantenidos con régimen estricto, atracones y vomitonas. Un torbellino que arrasó con mi escasa estabilidad mental de aquellos años.
Ella fue todo lo que quise y todo lo que no deseo repetir. El aprendizaje de lo bueno y lo malo que escondo en mi interior. Aún ahora me sorprendo recordándola con una sensación agridulce, dulce por los buenos momentos, agria por el rencor del dolor de un fin bastante mal disimulado, una traición a la luz del día.
Aún temo involucrarme en una historia parecida.
El día en que todo estalló creí que mi mundo se desvanecía... Y fue precisamente el inicio de una nueva vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario