Le miró a los ojos, tratando desesperadamente de reconocer en ellos a la persona que él creía que era ella. Pero no encontró lo que buscaba.
Tan sólo un vacío insondable, que atenazaba las mismas respuestas que acababa de escuchar. Las mismas afirmaciones que no había creído.
Entonces, soltó su mano. Y se levantó para no volver.
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