Lo conocí a las doce y media de la madrugada, en la puerta de mi casa. Quizá no el mejor momento para que un tipo de casi dos metros, negro como el carbón se acerque empujando un carrito por la calle. Mucho menos si descubres cuando se gira que no se ha rapado del todo la cabeza, sino que lleva escrito con su pelo la palabra "sex". Justo encima de la nuca.
Vio mi cara de asombro, de miedo. Yo imaginaba escenas tétricas con algún objeto extraño que seguro que escondía en el carrito del Champion. Sacó un manojo de llaves y me dejó pasar. Yo pensé que el hecho de que fuera caballeroso no indicaba que no pudiera dejar de serlo en la oscuridad del portal. Pero no.
Pasó por delante de mi puerta y saludó a unos vecinos, que le llamaron por su apodo: "Sex".
Vive de okupa en uno de los pisos abandonados del edificio que dan a mi mismo patio. Vive , como él dice, de lo que se encuentra, de lo que puede vender a sus amigos. En sus manos he visto los objetos más extraños: diapositivas, bastones, ropa vieja, una funda de un violonchelo sin violonchelo... Un pato disecado custodia la entrada de su ventana.
La última reunión de vecinos supuso el fin de las andanzas de su carrito por el patio, porque parece que deteriora las paredes del portal. Van a buscar la manera de echarlo, aunque yo preferiría que se marchara el camello del quinto.
Recuerdo que un día después de esa reunión de vecinos, se acercó a mi con su enorme sonrisa y me dijo: "Ayer hubo reunión de vampiros, ¿no?".
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