domingo, agosto 31, 2008

Cuando era pequeña me gustaban los recreativos, en especial las maquinitas de disparar con una pistola de plástico. Recuerdo un videojuego, con una pareja vestida de traje como protagonista, en el que se perseguía a uno de los "malos" por un hotel. Los protagonistas caían en una trampa. Una puerta metálica se cerraba tras sus espaldas mientras comenzaba a aparecer un gas verdoso que iba envenenando lentamente a los personajes. En ese momento, el juego consistía en sellar los agujeros por los que penetraba el gas con balas de una sustancia que a mí me recordaban al chicle.
Nunca logré pasar de esa pantalla.
Ahora, cuando paso temporadas como esta en la que cambio a trabajo 1 y busco casa 1, pero casa 1 es inviable para la gata, entonces busco casa 2 y me ofrecen trabajo 2 y casa 3, me decido por trabajo 2 y una casa 4. Y después de haber cerrado todo, cuando ya he dicho que no al resto de las casas, me llama la casera de casa 4 para decirme que no... (¿A que agota simplemente llevar el hilo?). Entonces, me acuerdo del videojuego, de los personajitos con su traje, disparando a través de un gas verde. Entonces veo mi barra de oxígeno, extinguiéndose lentamente, mis balas de chicle fallando de nuevo el objetivo y me pregunto si esta vez lograré pasar a la siguiente pantalla.

viernes, agosto 29, 2008

E en la cafetería del tren Madrid-Pamplona. Me encanta escuchar conversaciones ajenas.
CAMARERA 1
(Mirándo por la ventana). Mira, si hay cabras, vacas y ovejas!

CAMARERA 2
Vas a ver qué monas las vacas como se nos cruce una en la vía y nos la comamos.