domingo, febrero 27, 2005

Ayer por la noche mi mano derecha decidió agarrarse al móvil. Decidió por su cuenta perder fuerza. Mi hombro derecho se agarrotó como en el hospital, recordándome que no estoy tan a salvo como me creía.
He decidido comenzar a aprender a usar la mano izquierda para más cosas de las que la empleo.
Sólo espero que mi rebelión se ciña a mi hemicuerpo derecho.

viernes, febrero 25, 2005

El tipo se quedó con un palmo de narices. Estaba acostumbrado a que lo dejaran en noches de invierno como esas, en bares llenos de humo, con baños donde prolongaba la relación más duradera que había mantenido a lo largo de sus treinta y cuatro años. Pero no de esa manera.
- No quiero volverte a ver jamás. Eres un niñato.- dijo ella antes de marcharse.
Él hizo amago de no sentir, pero algunos del bar sonrieron ante la noticia. La chica de diecisiete años se largó con la cabeza bien alta del local. Menudo carácter.
La noche siguiente a la que ingresé en el hospital un amigo de mi tía fue a urgencias con los mismos síntomas que yo. Sólo hubo una pequeña diferencia. Él sí fue diagnosticado de esclerosis múltiple.

martes, febrero 22, 2005

¿Qué sería de las obras públicas sin los jubilados, que vigilan la evolución diaria y cuantifican en pesetas el coste de cada movimiento de los obreros?
¿Qué sería de mí sin un poquito de miedo, de pena negra para lanzarme a escribir canciones, incoherentes, jamás escuchadas en la radio, pero al fin y al cabo mías?

domingo, febrero 20, 2005

Me comentan diversas fuentes médicas familiares que el 80% de los casos que llegan a los neurólogos acaban apellidados "sin causa conocida" y que lo más probable por mis síntomas y la duración de la afección es que fuese un virus. Uno de esos bichitos cabrones que no aparecen en las analíticas y que se instauran a veces en los lugares más inapropiados.
Ahora agradezco haber esquivado a cámara lenta, como Matrix, enfermedades mortales, enfermedades degenerativas, enfermedades que no tengo.
Recuerdo cuando se me paralizó la mitad del cuerpo (salvo la cara y los deditos del pie derecho) durante un cuarto de hora. Mantuve la calma y al finalizar el episodio me levanté a observar la plaza de Cristo Rey desde mi ventana. Luces amarillas, rojas ajenas a mis miedos.
Ahora agradezco cada movimiento de mis dedos, la fuerza de mi mano derecha, la posibilidad de caminar a mi antojo, cada día menos somnolienta.
Sí, ELLA y yo hemos pasado mucho miedo. Pero ayer nos abrazamos admitiendo por fin, que lo peor ya había sucedido, que las desgracias cotidianas que nos quedan no rompen abruptamente ninguna vida.
Esta noche hace una semana en la que logro controlar todos mis músculos sin problemas.
Pero estos quince días me han enseñado mucho sobre la paciencia, la impotencia, la gente que realmente ayuda cuando se la necesita (los que no arman barullo pero saben sujetar a tiempo) y sobre todo, aquellos que sufren con dolencias que ignoraba. Con afecciones ignoradas por el resto de seres humanos y permanentes.

sábado, febrero 19, 2005

Desaparecen las pastillitas de la mañana y ya disfruto de unas horas de lucidez.
Me comentan amigos que puede que jamás se sepa qué fue, que puede que jamás se repita.
Me lo cuento a mí misma muchas veces al día para creérmelo.

jueves, febrero 17, 2005

A veces necesito releer los sucesos del blog para reconocer aquello que sucedió.
TAC normal. Resonancia magnética normal. Electroencefalograma normal. El fantasma acecha, pero no atenaza, asusta a ratos sin dejar huella dolora. SAlvo episodios paroxísticos de etiología desconocida. Que supone no poder mover la mano derecha a ratos. Que supone una contracción de mandíbula que descarga lágrimas por lo imposible del movimiento, como una mano que empuja más allá de lo posible en el músculo.
Miedo.
Miedo a dejar de caminar cuando se me paraliza medio cuerpo y la enfermera asustada me consulta si llamar al médico de madrugada. Miedo ante un neurólogo estúpido, rodeado de un aura divina que diagnostica una enfermedad psicosomática, que me remite a otro especialista, que me remitirá a otro especialista.
Nadie tiene en cuenta el miedo.
El miedo de mi familia. El miedo a no poder tocar la guitarra de nuevo.
Entonces surgen enfermedades en quienes nadie pensó, enfermedades que esquivo involuntariamente a cámara lenta, como las balas de Matrix: cáncer, esclerosis múltiple, esclerosis infecciosa, hemorragia cerebral...
Debo parecer una necia por no agradecer a la divinidad existente multitudinariamente adorada por no padecer estas y otras múltimples desgracias. Cuando sí cada día agradezco abrir los ojos con unas horas para disfrutar de mi tiempo, aunque sea taladrado por las limitaciones de una medicación que me tambalea cuando me levanto, que me impide pensar con claridad a ratos, que me mece arriba y abajo en un estado de ánimo que roza la esperanza y la desesperación.
Sé que poco a poco voy a ir mejorando. Me retiran la medicación en diez días.
Pero nadie promete que esto no vuelva a suceder. Supongo que es parte del proceso vital, ser consciente de que una deja de ser indestructible para formar parte de un entramado de células, órganos vitales y múltiples afecciones, bien o mal tratadas
Sólo me hubiera gustado un poquito más de humanidad Sr García Ruiz, neurólogo de la Fundación Jiménez Díaz. No tengo esclerosis múltiple y moriré de otra cosa, pero sus palabras han contribuido a gran parte de mi desazón. Las formas duelen a veces tanto como el fondo.

lunes, febrero 14, 2005

He estado cinco días en el hospital.
He pasado mucho miedo.
Nada grave.
Ya os iré contando.

jueves, febrero 03, 2005

Ayer en clase de finanzas sentí un loop de batería acompañado de bajo y teclado. En mis apuntes escribí:
Un dolor de cabeza
me despierta
ayer terminó
la fase de autodestrucción
Camino al baño
entre botellas vacías
de la fiesta
Piso un cuaderno con ideas
que alguien olvidó
La resaca atenaza la razón

Ya fui y volví y no recuerdo
cómo escaparme de aquí
ya fui, volví y no te encuentro
tan sólo tu hueco.
Escapar de aquí.

Las piernas no responden
como deberían
los recuerdos se entremezclan
recuerdo una voz extraña
que me decía suave y clara
"ven a dormir conmigo"
"iré a dormir contigo"
y fui y volví
el alcohol atenaza el temor.

Murmurando notas en mi cabeza cuando nunca aprendí a escribir solfeo (y en momentos como este sería muy útil poder escribir la música de mi cabeza).
Me he dejado el Mp3 en casa, no tengo grabadora. Idea.
Llamo a mi número fijo y me dejo un mensaje de silbidos indescifrables en el contestador.

Es la segunda canción en una semana. No sé cómo se ha disparado el instinto creativo, pero parece que la escenita del campo de batalla de hace unos días ha acojonado a la musa, que me visita con mayor frecuencia ahora.