¿Qué sería de las obras públicas sin los jubilados, que vigilan la evolución diaria y cuantifican en pesetas el coste de cada movimiento de los obreros?
¿Qué sería de mí sin un poquito de miedo, de pena negra para lanzarme a escribir canciones, incoherentes, jamás escuchadas en la radio, pero al fin y al cabo mías?
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