A veces necesito releer los sucesos del blog para reconocer aquello que sucedió.
TAC normal. Resonancia magnética normal. Electroencefalograma normal. El fantasma acecha, pero no atenaza, asusta a ratos sin dejar huella dolora. SAlvo episodios paroxísticos de etiología desconocida. Que supone no poder mover la mano derecha a ratos. Que supone una contracción de mandíbula que descarga lágrimas por lo imposible del movimiento, como una mano que empuja más allá de lo posible en el músculo.
Miedo.
Miedo a dejar de caminar cuando se me paraliza medio cuerpo y la enfermera asustada me consulta si llamar al médico de madrugada. Miedo ante un neurólogo estúpido, rodeado de un aura divina que diagnostica una enfermedad psicosomática, que me remite a otro especialista, que me remitirá a otro especialista.
Nadie tiene en cuenta el miedo.
El miedo de mi familia. El miedo a no poder tocar la guitarra de nuevo.
Entonces surgen enfermedades en quienes nadie pensó, enfermedades que esquivo involuntariamente a cámara lenta, como las balas de Matrix: cáncer, esclerosis múltiple, esclerosis infecciosa, hemorragia cerebral...
Debo parecer una necia por no agradecer a la divinidad existente multitudinariamente adorada por no padecer estas y otras múltimples desgracias. Cuando sí cada día agradezco abrir los ojos con unas horas para disfrutar de mi tiempo, aunque sea taladrado por las limitaciones de una medicación que me tambalea cuando me levanto, que me impide pensar con claridad a ratos, que me mece arriba y abajo en un estado de ánimo que roza la esperanza y la desesperación.
Sé que poco a poco voy a ir mejorando. Me retiran la medicación en diez días.
Pero nadie promete que esto no vuelva a suceder. Supongo que es parte del proceso vital, ser consciente de que una deja de ser indestructible para formar parte de un entramado de células, órganos vitales y múltiples afecciones, bien o mal tratadas
Sólo me hubiera gustado un poquito más de humanidad Sr García Ruiz, neurólogo de la Fundación Jiménez Díaz. No tengo esclerosis múltiple y moriré de otra cosa, pero sus palabras han contribuido a gran parte de mi desazón. Las formas duelen a veces tanto como el fondo.
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