domingo, febrero 20, 2005

Me comentan diversas fuentes médicas familiares que el 80% de los casos que llegan a los neurólogos acaban apellidados "sin causa conocida" y que lo más probable por mis síntomas y la duración de la afección es que fuese un virus. Uno de esos bichitos cabrones que no aparecen en las analíticas y que se instauran a veces en los lugares más inapropiados.
Ahora agradezco haber esquivado a cámara lenta, como Matrix, enfermedades mortales, enfermedades degenerativas, enfermedades que no tengo.
Recuerdo cuando se me paralizó la mitad del cuerpo (salvo la cara y los deditos del pie derecho) durante un cuarto de hora. Mantuve la calma y al finalizar el episodio me levanté a observar la plaza de Cristo Rey desde mi ventana. Luces amarillas, rojas ajenas a mis miedos.
Ahora agradezco cada movimiento de mis dedos, la fuerza de mi mano derecha, la posibilidad de caminar a mi antojo, cada día menos somnolienta.
Sí, ELLA y yo hemos pasado mucho miedo. Pero ayer nos abrazamos admitiendo por fin, que lo peor ya había sucedido, que las desgracias cotidianas que nos quedan no rompen abruptamente ninguna vida.
Esta noche hace una semana en la que logro controlar todos mis músculos sin problemas.
Pero estos quince días me han enseñado mucho sobre la paciencia, la impotencia, la gente que realmente ayuda cuando se la necesita (los que no arman barullo pero saben sujetar a tiempo) y sobre todo, aquellos que sufren con dolencias que ignoraba. Con afecciones ignoradas por el resto de seres humanos y permanentes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario