miércoles, septiembre 15, 2004

La noche antes de entrar en el estudio de grabación recibí un enigmático mensaje. "Te quiero". Sin firma. De un remitente desconocido. Probé a buscar el número entre todos los de mi agenda, pero no lo encontré.
Resulta extraño que alguien que no conoces te envíe un mensaje de esas características, seguramente confundió una tecla con otra y el resultado me llegó a mi. Casi sentí que violaba la intimidad de otra persona.
El mensaje ni dolió ni ofendió puesto que yo me siento querida, no quiero ni imaginar los estragos que hubiese causado esa frasecita en otros momentos más solitarios de mi existencia.
Pero ahí me pregunto otra serie de cuestiones. ¿Quién sería el remitente? ¿A quién iría dirigido? ¿Supone este mensaje el cambio del curso de una historia?
Quizá era la reconciliación entre dos enamorados. Quizá un mensaje rutinario, establecido a unas horas determinadas para garantizar la perpetuación del amor. Quizá fuese entre amigos o entre familiares. O quizá de algún/a tímido/a que tras una tarde intentando decir esas dos palabras hubiera recurrido a la distancia del sms, una única oportunidad sin respuesta, fallida por los azares de la telefonía móvil.
Tan sólo espero que el remitente vuelva a decirle que le quiere a quien se lo envió, que lo haga todos los días.

Creo que nunca volveré a confiar en estos artilugios electrónicos para momentos decisivos.

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