Hace no demasiados años me compré un cuaderno en blanco. Anoté en él todo aquello que quería cumplir en mi vida. Mi cuaderno, repleto de viajes que no hice, repleto de personas con las que ya no hablo, repleto de canciones en las que ya no creo, se perdió en uno de los cajones de mi cuarto en Pamplona.
Pero pese a todo, de vez en cuando anoto una raya mentalmente en esas hojas que memoricé de tanto manosearlas. Y aún sigo anotando sueños. Por si se cumplen.
Veremos qué nos depara este año en blanco.
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