jueves, febrero 23, 2006

espero en salas vacías, en salas llenas, en butacas incómodas, con luz lúgubre, en amplios salones bien decorados. todos los ocupantes con la misma cara de ansiedad reprimida, todos uniformados con sus trajes, sus corbatas, sus zapatos brillantes.
espero, a veces minutos, a veces horas en las que me siento observada por alguna secretaria que anota mis reacciones en un informe que alguien leerá para señalar con el dedo o para tirarme a la papelera, con el resto de perdedores.
escucho las mismas preguntas repetidas a las que contesto contando la misma historia adaptada a lo que ellos desean oir, o lo que creo que desean oir. hago tests, simulaciones de vida real, cuento mis defectos y mis virtudes, me defino en dos palabras, en dos líneas, en dos minutos.
espero a que suene el teléfono, con voces diferentes, con mensajes de "lo sentimos" o de "has pasado a la siguiente entrevista". recorro el mapa de metro y de cercanías mientras memorizo caminos y cuento los minutos de la posible oficina a mi casa.
me siento dentro de un reality show, esperando a la siguiente prueba, para mirar firmemente a los ojos de mi entrevistador y explicarle, mirándole a los ojos, por qué creo que el puesto debe de ser mío.

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