miércoles, septiembre 26, 2012

Suena el teléfono con insistencia para avisarme que esté pendiente del teléfono. Parece incongruente pero así es.
Y el día se traslada a un momento de neblina extraña, en el que comienzo a comprender que nada puede prepararme para aquello que puede pasar. Ese puede late a cada segundo en forma de móvil apagado, móvil amenazante. Un timbre más alto que otro logra encresparme los nervios y allí donde trabajo el teléfono es la principal herramienta,  así que decido concentrarme en la pantalla del móvil.
El día pasa con el móvil no iluminándose salvo un error, "perdona, que se me pulsó solo, disculpa, sé que estás pendiente" habla la voz al otro lado, con la misma preocupación.
Horas después descubro que hemos ganado un día más, que está mejor, que la infección responde bien al tratamiento, por lo que el resto del día transcurre con cierta felicidad, con cierto alivio.
Aunque sé que es temporal, porque pronto, en algún momento, brillará el móvil para darme esa noticia que hoy no ha sucedido.

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