En el metro, en los cafés, en las discotecas, en los pubs... Televisores por todos lados de última tecnología plana emitiendo videos musicales o documentales de imágenes espectaculares. Ya no bailamos mirando al resto de personas, sino a Madonna o a cualquiera de los triunfitos. Así, ligar, se convierte en una hazaña inaudita, aunque llegará el día en el que un cámara mostrará los atributos de las chicas guapas del local para que los demás seamos conscientes de su existencia.
La última vez que me reuní con mis amigos en una cafetería con superpantalla pasamos tres horas hablando de las tetas de la Britney, lo desfasado de la ropa de Michael Jackson, si tal o cual ha engordado (hasta que nos dimos cuenta de que la pantalla panorámica deformaba su silueta)...
Pero nada de "cómo estás", "tuve una bronca con mi novia, uf ya sabes cómo es" o "mi jefe es un capullo". Es muy difícil mantener una conversación con alguien que deja su cerebro en stand by mientras observa embobado la tele.
Aquel día decidimos dejar de ir a esa cafetería. Desde entonces nosotros dominamos las conversaciones, no los gustos musicales del camarero de turno.
martes, noviembre 30, 2004
domingo, noviembre 28, 2004
Sentía el sabor deshaciéndose en mi boca, salado e intenso.
-Esto está tan bueno que me dan ganas de llorar.- dije mientras alcanzaba otra cortadita de jamón serrano del plato. Le miré fijamente a los ojos, levemente humedecidos.
- Creo que a ti te sucede lo mismo..- dije.
- No.- aclaró ella- Me acabo de morder la lengua.
-Esto está tan bueno que me dan ganas de llorar.- dije mientras alcanzaba otra cortadita de jamón serrano del plato. Le miré fijamente a los ojos, levemente humedecidos.
- Creo que a ti te sucede lo mismo..- dije.
- No.- aclaró ella- Me acabo de morder la lengua.
viernes, noviembre 26, 2004
Ya lo daba prácticamente por perdido. Así que no me importó que F viniera a estudiar conmigo el día siguiente, las últimas veinticuatro horas antes del examen. Mi amiga F era por aquel entonces (hace mucho que no la veo) una chica preciosa, alocada, con la capacidad de meterse en el bolsillo a cualquiera con una simple mirada tierna. No tardó mucho en convencerme, aunque yo prefiera estudiar a solas.
Por la mañana logramos avanzar muchísimo, de manera que nos premiamos con un café y un Baileys en el bar de enfrente. Mala decisión. Porque en casa, mi compañero de piso gallego, que también daba por perdidas las asignaturas de esa semana, sacó el whisky.
Y no sé cómo F y yo acabamos enzarzadas en la cama, mientras escuchaba a mi compañero reír desde el salón. No sé si ustedes se han acostado alguna vez con un amigo. Pero, como todas las cosas en la vida, o se hace en serio o no se hace. Y, la verdad, fue un desastre. Porque no parábamos de reir las dos, F se tapaba la cara para no desconcentrarse y tuve un ataque de cosquillas bastante inoportuno.
En definitiva, que lo dejamos por imposible y acabamos duchándonos a oscuras F, mi compañero y yo con una guerra de champú nada sexual en un baño diminuto.
Esta es otra de las escenas que recuerdo con mayor cariño de mi veintena.
Supongo que si hubiese ocurrido ahora todo sería diferente, mucho más adulto, mucho más serio, mucho más aburrido y con muchas más consecuencias que aquella vez.
Por la mañana logramos avanzar muchísimo, de manera que nos premiamos con un café y un Baileys en el bar de enfrente. Mala decisión. Porque en casa, mi compañero de piso gallego, que también daba por perdidas las asignaturas de esa semana, sacó el whisky.
Y no sé cómo F y yo acabamos enzarzadas en la cama, mientras escuchaba a mi compañero reír desde el salón. No sé si ustedes se han acostado alguna vez con un amigo. Pero, como todas las cosas en la vida, o se hace en serio o no se hace. Y, la verdad, fue un desastre. Porque no parábamos de reir las dos, F se tapaba la cara para no desconcentrarse y tuve un ataque de cosquillas bastante inoportuno.
En definitiva, que lo dejamos por imposible y acabamos duchándonos a oscuras F, mi compañero y yo con una guerra de champú nada sexual en un baño diminuto.
Esta es otra de las escenas que recuerdo con mayor cariño de mi veintena.
Supongo que si hubiese ocurrido ahora todo sería diferente, mucho más adulto, mucho más serio, mucho más aburrido y con muchas más consecuencias que aquella vez.
miércoles, noviembre 24, 2004
El escepticismo va dejando paso a la esperanza. Poco a poco, las cuentas me cuadran, comprendo los análisis y mi desconocimiento absoluto del nuevo entorno en el que me relaciono se hace menos patente. Ahora acierto más que muchos de mis compañeros. Entreveo una estructura.
Quizá se relacione con que ya no me pregunto qué pinto en el master, sino cómo voy a emplear los conocimientos para mi próxima película.
Quizá se relacione con que ya no me pregunto qué pinto en el master, sino cómo voy a emplear los conocimientos para mi próxima película.
domingo, noviembre 21, 2004
Después de una jornada de trabajo agotadora, mi amigo J se metió en la bañera. Su piel agradeció el contacto del agua casi hirviendo, sus pulmones atraparon aire húmedo, caliente. Comenzó a relajarse.
Se sumergió en el agua enjabonada. "Por fin me olvidé de las gafas empañadas, la operación fue una buena idea", pensó. Todo correcto hasta que se fijó en su pene. "¿Qué son esos granitos?"
Un hombre preguntándose qué son esos granitos en la parte más importante de su anatomía.
El resto lo podéis imaginar: llamada a urgencias, casi a una ambulancia, crisis de ansiedad por el camino, miedo a la amputación (J es de origen argentino)...
Retomamos la historia con un urólogo mirando al miembro viril de J a través de una lupa enorme. J observando de reojo a urólogo.
- Esto es perfectamente normal. Sucede siempre que uno se baña.
- Ah. Es que es la primera vez que la miro.
El urólogo tragó saliva, incluso le tembló la voz:
- ¿Nunca se la ha mirado?
- No, es que me operé de las siete dioptrías de mis dos ojos y...
Se sumergió en el agua enjabonada. "Por fin me olvidé de las gafas empañadas, la operación fue una buena idea", pensó. Todo correcto hasta que se fijó en su pene. "¿Qué son esos granitos?"
Un hombre preguntándose qué son esos granitos en la parte más importante de su anatomía.
El resto lo podéis imaginar: llamada a urgencias, casi a una ambulancia, crisis de ansiedad por el camino, miedo a la amputación (J es de origen argentino)...
Retomamos la historia con un urólogo mirando al miembro viril de J a través de una lupa enorme. J observando de reojo a urólogo.
- Esto es perfectamente normal. Sucede siempre que uno se baña.
- Ah. Es que es la primera vez que la miro.
El urólogo tragó saliva, incluso le tembló la voz:
- ¿Nunca se la ha mirado?
- No, es que me operé de las siete dioptrías de mis dos ojos y...
martes, noviembre 16, 2004
La niña de diez años me miraba fijamente con preocupación.
-Ayer por la noche vi a mis padres haciéndolo.
Gran gesto de sorpresa. Por aquel entonces yo también hablaba del sexo como "ese gran tabú", "lo que los mayores hacen", "el secreto que aún no está desvelado".
- Me levanté al baño y escuché a mi madre gemir. Me acerqué a la puerta. Y los vi.
La niña de diez años me miraba fijamente con preocupación. Esperaba que con mis doce meses de mayor experiencia pudiera contestar a la gran pregunta que se acercaba.
-Cuando seamos mayores, ¿TENDREMOS que hacer eso?
El domingo estuve en urgencias de nuevo.
Juraría que la alergóloga de veintisiete años que me miraba fijamente con preocupación era la misma niña que hace mucho me hizo la gran pregunta.
-Ayer por la noche vi a mis padres haciéndolo.
Gran gesto de sorpresa. Por aquel entonces yo también hablaba del sexo como "ese gran tabú", "lo que los mayores hacen", "el secreto que aún no está desvelado".
- Me levanté al baño y escuché a mi madre gemir. Me acerqué a la puerta. Y los vi.
La niña de diez años me miraba fijamente con preocupación. Esperaba que con mis doce meses de mayor experiencia pudiera contestar a la gran pregunta que se acercaba.
-Cuando seamos mayores, ¿TENDREMOS que hacer eso?
El domingo estuve en urgencias de nuevo.
Juraría que la alergóloga de veintisiete años que me miraba fijamente con preocupación era la misma niña que hace mucho me hizo la gran pregunta.
lunes, noviembre 15, 2004
Fue justo en aquel verano en el que pasamos tantas horas juntas, contándonos las penas y los dolores hasta las tantas de la madrugada. Desayuno de ron con coca-cola.
Volvíamos de la piscina de la casa de mi padre en la que chapoteamos sin cruzarnos con ningún vecino porque era agosto. Yo llevaba un bañador naranja horroroso que mi hermana había escondido en el fondo del armario y tú te pusiste el de imitación a tela vaquera. Parecíamos un revival de los anuncios de El Corte Inglés de hacía demasiadas temporadas. Aunque a ninguna de las dos parecía importarnos. Recuerdo que nos sentamos en el borde, chapoteando con los pies y te conté una historia que te mantuvo en vilo una hora y media. El juego de inventar historias que tanto nos gustaba, un día tú una, un día yo otra, remodelando la realidad a nuestro gusto convirtiéndola en drama o comedia.
Volvíamos en coche, en el AX rojo que un año más tarde se paró en Toledo y jamás volvió a arrancar. Por azares del destino me confundí en un cruce. Luego en el siguiente. Luego en el siguiente. No había nervios porque nadie nos esperaba en nuestras casas.
Y la carretera nos fue equivocando hasta lo alto de un monte, en pleno atardecer. Naranja, rojo y violeta ennegreciéndose. Tú señalando con el dedo. Los problemas alejándose con el sol hasta la noche.
Desde entonces no me he dispuesto del tiempo para pararme a ver atardecer. Aunque suceda todos los días.
Volvíamos de la piscina de la casa de mi padre en la que chapoteamos sin cruzarnos con ningún vecino porque era agosto. Yo llevaba un bañador naranja horroroso que mi hermana había escondido en el fondo del armario y tú te pusiste el de imitación a tela vaquera. Parecíamos un revival de los anuncios de El Corte Inglés de hacía demasiadas temporadas. Aunque a ninguna de las dos parecía importarnos. Recuerdo que nos sentamos en el borde, chapoteando con los pies y te conté una historia que te mantuvo en vilo una hora y media. El juego de inventar historias que tanto nos gustaba, un día tú una, un día yo otra, remodelando la realidad a nuestro gusto convirtiéndola en drama o comedia.
Volvíamos en coche, en el AX rojo que un año más tarde se paró en Toledo y jamás volvió a arrancar. Por azares del destino me confundí en un cruce. Luego en el siguiente. Luego en el siguiente. No había nervios porque nadie nos esperaba en nuestras casas.
Y la carretera nos fue equivocando hasta lo alto de un monte, en pleno atardecer. Naranja, rojo y violeta ennegreciéndose. Tú señalando con el dedo. Los problemas alejándose con el sol hasta la noche.
Desde entonces no me he dispuesto del tiempo para pararme a ver atardecer. Aunque suceda todos los días.
domingo, noviembre 14, 2004
Al fin lo conseguí, reproducir con mis propias manos los platos del restaurante tailandés que cerraron hace un par de años. Para ello me cercené la yema del pulgar derecho con un rayador de verduras (véase abril), intoxiqué a varios amigos con mis experimentos y comencé una intensa búsqueda de aceite de cacahuete por toda la península.
Bien. Pues el miércoles probé el fruto de todos mis esfuerzos. Y estaba cojonudo.
Lástima que sea la primera y la última vez que pruebe ese plato, porque tuve una reacción alérgica al aceite de cacahuete que me llevó derechita a urgencias para que me pincharan Urbason.
No sabía que fuera alérgica a nada, pero gracias a mis experimentos de cocina panasiática lo he descubierto.
Por supuesto, el wok lo pienso tirar a la basura.
Bien. Pues el miércoles probé el fruto de todos mis esfuerzos. Y estaba cojonudo.
Lástima que sea la primera y la última vez que pruebe ese plato, porque tuve una reacción alérgica al aceite de cacahuete que me llevó derechita a urgencias para que me pincharan Urbason.
No sabía que fuera alérgica a nada, pero gracias a mis experimentos de cocina panasiática lo he descubierto.
Por supuesto, el wok lo pienso tirar a la basura.
viernes, noviembre 12, 2004
Entro en el bar y noto miradas de reojo. No estoy vestida para la ocasión, de modo que todos me observan como a un bicho raro. Escucho susurros de desaprobación. Los concurrentes se apartan de mi lado, no sea que les contagie mi actitud estrafalaria.
No se puede entrar vestida de traje en un bar de Lavapiés.
Lo malo es que los concurrentes se consideran más tolerantes y más abiertos que los sujetos que, por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, vestimos de traje para ir a trabajar. Pero sus Pepe de última generación , de 120 € el par perfectamente desarreglados no son nada pijos... Y no sabía que el Che Guevara fuese un modelo de gorras.
No se puede entrar vestida de traje en un bar de Lavapiés.
Lo malo es que los concurrentes se consideran más tolerantes y más abiertos que los sujetos que, por circunstancias ajenas a nuestra voluntad, vestimos de traje para ir a trabajar. Pero sus Pepe de última generación , de 120 € el par perfectamente desarreglados no son nada pijos... Y no sabía que el Che Guevara fuese un modelo de gorras.
martes, noviembre 09, 2004
Un no beso consiste en acercarse a una distancia peligrosa del no besado, medida justo en ese momento en el que casi se rozan los labios, se siente el aliento rozando la boca, se cierran los ojos, se huele el deseo de la otra persona, se entremezclan los suspiros, se acarician al unísono besos al aire.
Un no beso es frecuentemente más placentero que un beso.
Un no beso es frecuentemente más placentero que un beso.
lunes, noviembre 08, 2004
En el nuevo folleto que la Santa Madre Iglesia emplea para adiestrar a sus fieles dice, entre otras cosas: que el matrimonio homosexual es una aberración, que la eutanasia es un homicidio y el aborto, un holocausto silencioso.
Precisamente la Iglesia debería callar acerca de homicidios y holocaustos. Por no hablar de las aberraciones que cometen sus sacerdotes con menores de edad que no han dado su consentimiento.
Precisamente la Iglesia debería callar acerca de homicidios y holocaustos. Por no hablar de las aberraciones que cometen sus sacerdotes con menores de edad que no han dado su consentimiento.
domingo, noviembre 07, 2004
Hoy la vi en una foto.
Una de esas típicas instantáneas tomadas a escondidas, en las que alguien que es retratado al fondo sonríe como si fuese el centro de atención. Una en la que ella aparecía delgada pero sonriente, con el pelo recién cortado. Alrededor, multitud de banderas de colores, en un orgullo gay de hace demasiado tiempo. De hecho apenas recuerdo el último café que me tomé con todas aquellas personas que figuran en la foto.
Uno de los amores de mi vida, pero también mi tortura. Lenta, dolorosa, deliciosa a ratos. Como su vida. Condenada a ser Peter Pan para siempre, encauzada siempre en sus cuarenta y pocos kilos mantenidos con régimen estricto, atracones y vomitonas. Un torbellino que arrasó con mi escasa estabilidad mental de aquellos años.
Ella fue todo lo que quise y todo lo que no deseo repetir. El aprendizaje de lo bueno y lo malo que escondo en mi interior. Aún ahora me sorprendo recordándola con una sensación agridulce, dulce por los buenos momentos, agria por el rencor del dolor de un fin bastante mal disimulado, una traición a la luz del día.
Aún temo involucrarme en una historia parecida.
El día en que todo estalló creí que mi mundo se desvanecía... Y fue precisamente el inicio de una nueva vida.
Una de esas típicas instantáneas tomadas a escondidas, en las que alguien que es retratado al fondo sonríe como si fuese el centro de atención. Una en la que ella aparecía delgada pero sonriente, con el pelo recién cortado. Alrededor, multitud de banderas de colores, en un orgullo gay de hace demasiado tiempo. De hecho apenas recuerdo el último café que me tomé con todas aquellas personas que figuran en la foto.
Uno de los amores de mi vida, pero también mi tortura. Lenta, dolorosa, deliciosa a ratos. Como su vida. Condenada a ser Peter Pan para siempre, encauzada siempre en sus cuarenta y pocos kilos mantenidos con régimen estricto, atracones y vomitonas. Un torbellino que arrasó con mi escasa estabilidad mental de aquellos años.
Ella fue todo lo que quise y todo lo que no deseo repetir. El aprendizaje de lo bueno y lo malo que escondo en mi interior. Aún ahora me sorprendo recordándola con una sensación agridulce, dulce por los buenos momentos, agria por el rencor del dolor de un fin bastante mal disimulado, una traición a la luz del día.
Aún temo involucrarme en una historia parecida.
El día en que todo estalló creí que mi mundo se desvanecía... Y fue precisamente el inicio de una nueva vida.
sábado, noviembre 06, 2004
Desde hace unos meses siempre me levanto con el pie izquierdo.
Concretamente, desde el accidente de la moto, no por problemas en mi estado de ánimo, sino por un esguince reiterado (leo en el informe del traumatólogo). Me levanto con el pie izquierdo, porque mi cuerpo no quiere dañar más aún mi tobillo derecho.
Así que algunas mañanas asisto a rehabilitación.
Allí observo a otras esguinzadas como yo, a muchas señoras mayores con tendinitis, no sé por qué todas somos mujeres. Salvo Óscar, de unos sesenta y muchos.
Vive en silla de ruedas desde que el tabaco le paralizó la pierna derecha. A unos les afecta al pulmón, a otros al corazón y como él dice: "a unos pocos les toca perder las piernas". Pero él no pierde la paciencia ni el orgullo, camina con su andador de un lado a otro del pasillo, sonríe a los recién llegados, cuenta mil y una batallas de una vida curtida por las barreras arquitectónicas. Es el travieso del lugar.
Concretamente, desde el accidente de la moto, no por problemas en mi estado de ánimo, sino por un esguince reiterado (leo en el informe del traumatólogo). Me levanto con el pie izquierdo, porque mi cuerpo no quiere dañar más aún mi tobillo derecho.
Así que algunas mañanas asisto a rehabilitación.
Allí observo a otras esguinzadas como yo, a muchas señoras mayores con tendinitis, no sé por qué todas somos mujeres. Salvo Óscar, de unos sesenta y muchos.
Vive en silla de ruedas desde que el tabaco le paralizó la pierna derecha. A unos les afecta al pulmón, a otros al corazón y como él dice: "a unos pocos les toca perder las piernas". Pero él no pierde la paciencia ni el orgullo, camina con su andador de un lado a otro del pasillo, sonríe a los recién llegados, cuenta mil y una batallas de una vida curtida por las barreras arquitectónicas. Es el travieso del lugar.
jueves, noviembre 04, 2004
Empecé el MBA. Me siento como un alien, disfrazada con mi traje, tarareando canciones de La Vacazul en el metro con el maletín en la mano. Quizá esté algo triste porque la semana pasada no ensayamos o quizá porque me siento estresada o quizá porque todos mis compañeros de master son ingenieros, economistas y necesito más horas de estudio. Quizá por lo que he dejado atrás.
O simplemente es porque llueve a cántaros, los días son más cortos y necesito un respiro. En los cambios de hora me suelo poner muy tonta.
Pero luego levanto la cabeza, estudio muchas horas y comienzo a entender aquello que mis compañeros veían tan claro.
Nadie dijo que fuera fácil.
Supongo que es la parte de vida en la que hay que ceder para subvencionar aquello que me gusta.
O simplemente es porque llueve a cántaros, los días son más cortos y necesito un respiro. En los cambios de hora me suelo poner muy tonta.
Pero luego levanto la cabeza, estudio muchas horas y comienzo a entender aquello que mis compañeros veían tan claro.
Nadie dijo que fuera fácil.
Supongo que es la parte de vida en la que hay que ceder para subvencionar aquello que me gusta.
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