domingo, noviembre 21, 2004

Después de una jornada de trabajo agotadora, mi amigo J se metió en la bañera. Su piel agradeció el contacto del agua casi hirviendo, sus pulmones atraparon aire húmedo, caliente. Comenzó a relajarse.
Se sumergió en el agua enjabonada. "Por fin me olvidé de las gafas empañadas, la operación fue una buena idea", pensó. Todo correcto hasta que se fijó en su pene. "¿Qué son esos granitos?"
Un hombre preguntándose qué son esos granitos en la parte más importante de su anatomía.
El resto lo podéis imaginar: llamada a urgencias, casi a una ambulancia, crisis de ansiedad por el camino, miedo a la amputación (J es de origen argentino)...
Retomamos la historia con un urólogo mirando al miembro viril de J a través de una lupa enorme. J observando de reojo a urólogo.
- Esto es perfectamente normal. Sucede siempre que uno se baña.
- Ah. Es que es la primera vez que la miro.
El urólogo tragó saliva, incluso le tembló la voz:
- ¿Nunca se la ha mirado?
- No, es que me operé de las siete dioptrías de mis dos ojos y...

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