viernes, noviembre 26, 2004

Ya lo daba prácticamente por perdido. Así que no me importó que F viniera a estudiar conmigo el día siguiente, las últimas veinticuatro horas antes del examen. Mi amiga F era por aquel entonces (hace mucho que no la veo) una chica preciosa, alocada, con la capacidad de meterse en el bolsillo a cualquiera con una simple mirada tierna. No tardó mucho en convencerme, aunque yo prefiera estudiar a solas.
Por la mañana logramos avanzar muchísimo, de manera que nos premiamos con un café y un Baileys en el bar de enfrente. Mala decisión. Porque en casa, mi compañero de piso gallego, que también daba por perdidas las asignaturas de esa semana, sacó el whisky.
Y no sé cómo F y yo acabamos enzarzadas en la cama, mientras escuchaba a mi compañero reír desde el salón. No sé si ustedes se han acostado alguna vez con un amigo. Pero, como todas las cosas en la vida, o se hace en serio o no se hace. Y, la verdad, fue un desastre. Porque no parábamos de reir las dos, F se tapaba la cara para no desconcentrarse y tuve un ataque de cosquillas bastante inoportuno.
En definitiva, que lo dejamos por imposible y acabamos duchándonos a oscuras F, mi compañero y yo con una guerra de champú nada sexual en un baño diminuto.
Esta es otra de las escenas que recuerdo con mayor cariño de mi veintena.
Supongo que si hubiese ocurrido ahora todo sería diferente, mucho más adulto, mucho más serio, mucho más aburrido y con muchas más consecuencias que aquella vez.

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