domingo, marzo 26, 2006

estrés

Por primera vez me marcho y el viaje no me mueve hacia ningún lugar. El tren recorre kilómetros, tirando de mis miedos, de mi estrés, de los números , ratios y respuestas constantes que debo brindar a diario. Pero permanezco en el mismo kilómetro, anclado a la vía 4, en la estación de Atocha.
Puedo conversar con desconocidos sobre las ferias que visitaron, que mi cerebro se encuentra sumando descuentos, elaborando propuestas para clientes telefónicos.
La chica del móvil, que no ha finalizado la conversación tras hora y media de viaje, tampoco me molesta.
No he desconectado mi teléfono.
No he cerrado mi puesto,
Espero que cuando llegue a Pamplona, mi espacio personal de descanso mental, por fin haya cortado los hilos invisibles que me atan al programa informático de mi empresa.

Ya soy un número visible para mi banco, para las tiendas, para los cafes. Ya puedo comprar cosas inservibles de nuevo.

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