La sensación dura muy poco. En unos días pasarán los respectivos acreedores, a mermar los números lentamente. Primero las cuatro paredes en las que vivo, después el agua que bebo, la energía que mueve mi vida y enciende las luces cuando me acuesto tarde, después las horas que paso al teléfono, los hilos invisibles que me conectan al blog y a mi correo electrónico. Daré pequeños mordiscos cuando desee disfrutar del cine, de los cafés de los domingos, de las púas para los ensayos, de unos zapatos nuevos.
Entonces, la sensación de cobro al final del mes habrá desaparecido.
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