jueves, agosto 31, 2006

Caminaba hacia el metro con mi libro bajo el brazo, con una gran sonrisa tras una reunión de amigos músicos. De un ensayo maravilloso.
Sentí su mirada. Un cuarentón de los que se resisten a crecer, con pantalones ceñidos, camisa negra, con elegancia en cada uno de sus movimientos.
Pasé el torniquete de la estación entre las palabras de "La espuma de los días", en una relectura más que necesaria para saborear de nuevo la historia de Vian, que me ha acompañado por Cantabria, Vizcaya y Navarra este verano.
- Perdona .- El cuarentón se dirigía a mí.- ¿Dónde has conseguido el libro? Me parece un relato maravilloso que leí hace muchos años y no lo he encontrado desde entonces.
- En la FNAC.- Edición de bolsillo, a mano de cualquiera, pensé.
Llegó el metro y me senté en uno de los múltiples asientos libres del vagón. Riendo con las ocurrencias de Nicolás para desayunar, con la escena de amor de Chloe y Colin.
- ¿Te importa si lo leo contigo?
- En absoluto.
Así que así pasamos el rato en ocho estaciones de la línea 5. Compartiendo las páginas de "La espuma de los días".

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