Era un cabezota. Educó a sus hijos con la falsa creencia de que si superaban los malos momentos, se harían más fuertes. Pero todos le queríamos. Porque en realidad sí estaba ahí.
Era el señor al que le daba clases de karate en el jardín, yo con mi cinturón amarillo-najanja; él de chándal. El único adulto que me tomaba en serio.
Era el señor que escuchaba mi música y me dijo que cometía un grave error al estudiar el master en dirección de empresas, porque no era lo mío. Él, el emprendedor, el creador de una gran empresa. El que después del ictus, en pleno delirio, inventó una corporación, la "limo-business" para sacarle partido al limonero del patio.
Era el señor que me dijo que no trabajase tanto. Cuando medía su vida en horas trabajadas.
Era el señor que dijo: "Nieta. Poesía. Cantante", nada más verme después del ictus.
Era el señor que todos despedimos este domingo.
Don Justo. Mi abuelo.
viernes, noviembre 23, 2007
domingo, noviembre 04, 2007
Fui bautizada dos veces.
La última fue consciente, ya con algunos años de edad. No lloré como los bebés porque no lo era.
La primera fue en el cuarto de baño de mi abuela materna, que, tras preguntar al cura de su parroquia, decidió darme bautismo en su bañera para remediar la falta de fe de mis padres en aquella época.
Fueron muy distintos los dos: uno, aplaudido, social; el otro, a hurtadillas, furtivo, confesado muchos años después.
La última fue consciente, ya con algunos años de edad. No lloré como los bebés porque no lo era.
La primera fue en el cuarto de baño de mi abuela materna, que, tras preguntar al cura de su parroquia, decidió darme bautismo en su bañera para remediar la falta de fe de mis padres en aquella época.
Fueron muy distintos los dos: uno, aplaudido, social; el otro, a hurtadillas, furtivo, confesado muchos años después.
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