Escucho una voz dulce, que gime, que grita, que emociona al cruzar la calle, vuelta a casa del rastro. Canta con un inglés claro, con una guitarra a la que le falta una cuerda. Lleva el ritmo con unos zapatones grandes, recién lustrados con betún negro.
Es un músico callejero que consigue llamar la atención de los viandantes, en una pequeña plaza al lado de Tirso de Molina, en frente de un edificio abandonado, que congrega poco a poco a una pequeña multitud que no duda en soltar unas monedas al escucharle.
Mientras canta cierra los ojos. Se levanta. Da una vuelta alrededor de su silla, de manera que podemos ver las costuras rotas de su traje marrón, de un pantalón que le queda corto. Se sienta y entre versos se ajusta el sombrero.
Como un personaje del oeste en mitad del rastro.
lunes, septiembre 29, 2008
sábado, septiembre 27, 2008
miércoles, septiembre 17, 2008
domingo, septiembre 14, 2008
Ayer apareció en el portal de mi casa un cartel que decía "Tiene cojones tirarlos por la ventana del patio". Una flechita apuntaba, acusadora, a un par de condones usados que la vecina cabreada había dejado sobre un trozo de papel de plata.
Es parte de la guerra vecinal iniciada hace un año.
Todo comenzó con una fiesta de cumpleaños con demasiados watios y alguna que otra carrera de borrachos por las escaleras, que indignó a una vecina y finalizó con una bronca a las siete de la mañana. Continuó cuando el vecino de la fiesta tiró mechones de pelo al patio y la vecina le devolvió esos mechones en un sobre a su nombre, como en las películas de mafiosos.
Los condones del delito han desaparecido a la media hora.
No sé cómo continuará la guerra vecinal, pero promete.
¿Encontrarán nuevas armas? ¿Nuevas maneras de amenazarse?
Corresponsal de guerra en La Latina, Madrid.
Es parte de la guerra vecinal iniciada hace un año.
Todo comenzó con una fiesta de cumpleaños con demasiados watios y alguna que otra carrera de borrachos por las escaleras, que indignó a una vecina y finalizó con una bronca a las siete de la mañana. Continuó cuando el vecino de la fiesta tiró mechones de pelo al patio y la vecina le devolvió esos mechones en un sobre a su nombre, como en las películas de mafiosos.
Los condones del delito han desaparecido a la media hora.
No sé cómo continuará la guerra vecinal, pero promete.
¿Encontrarán nuevas armas? ¿Nuevas maneras de amenazarse?
Corresponsal de guerra en La Latina, Madrid.
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