Lo conocí gracias a mi ex. Era el primo simpático, el primo guapo, el primo que trabajaba en múltiples trabajos, el que estudiaba para bombero. Una sonrisa encantadora y mirada pilla le delataban como un eterno DonJuan.
Una vez que finalizó la relación con mi ex, no tuve muchas ocasiones de contactar con él, aunque es cierto que fue una de esas personas que hubiese querido mantener a mi lado después de la separación. Como sucede en todas las separaciones.
Anteayer tuvo un accidente de coche, entre guardia y guardia de trabajo.
Anteayer fui al tanatorio, un lugar que comienzo a conocer en los últimos años, tanto como para poder identificar salas y asociarlas a despedidas diferentes.
Estuve allí por mi ex y por él, aunque una familiar impertinente tuvo el valor de decirme que no le parecía bien que estuviese ahí, como si una muerte fuese lo mismo que un bautizo o cualquier otro evento social, como si existiese una etiqueta más allá de Nuño, al que conocía y quería, o los familiares directos, que me agradecieron que estuviese allí. Pero cada uno tiene la educación que quiere o, en este caso, puede.
El absurdo incidente me ayudó a sacar mi rabia, mi dolor y, por fin, a llorar sin anteponer el dolor de los demás al mío.
Me pregunto cómo será tener 80 años y conocer más personas en el otro lado que en el de los vivos.
(La noche la paso al otro cuaderno)
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