Se mueve en la delgada línea que separa lo imposible de lo inevitable, lo doloroso de lo dulce.
Ha caminado por esta senda las veces suficientes para conocer que es arriesgada. Mucho. Pero permanecer en ella nunca fue una decisión consciente.
Así que avanza con la determinación del que desea vivir respirando bocanadas de aire enormes. Vulnerable. Porque para sentir determinados momentos sabe que ha de retirar su armadura emocional y debe exponerse. Ponerse en peligro par sentirse a salvo.
Y ahí la vemos. Con una gran sonrisa, los brazos abiertos y los ojos cerrados. Feliz.
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