lunes, febrero 24, 2014

5 fases

Negación. Ira. Negociación. Depresión. Aceptación.

Adaptándome a cada una de las 5 fases. A veces incluso he pasado por el ciclo completo en una misma hora, alternando ira con tristeza, negociando y aceptando, no aceptando, enfadándome pero negando. Es un cóctel molotov de hormonas o más bien de síndrome de abstinencia de hormonas.

Cuando he caído en la cuenta, he comprendido mi extraño comportamiento de estas últimas tres semanas. Mi mente ha decidido que está en duelo.

Duelo de saudades, dice mi amiga I. Saudade es un término portugués/gallego que se refiere a un sentimiento de nostalgia de alguien amado que está a distancia temporal o espacial. Aunque no exista traducción fidedigna al castellano, mi mente lo comprende perfectamente. Mi amiga I lo traduce como algo que podría ser pero no es. Mi mente, la pobre, sólo intenta adaptarse a la situación sin enloquecer (más).

Desde hace un par de días me he quedado a vivir en las últimas dos fases. Tristeza y aceptación. Acepto que las cosas no son como me gustaría que fuesen y eso me entristece. Pero las cosas son como tienen que ser, como pueden ser. Aquí cada unx actúa lo mejor que puede.

"El final también es un principio. Sobre todo si estás tú al pasar la página", decía Manu Míguez en un concierto. Y en esas se halla mi mente, tratando de prepararse por si la próxima página está en blanco, en vez de encontrarte de regreso. Pero si es así, es que esto no tenía que ser.

Aceptando...

(y aprendiendo una barbaridad de cosas por el camino).

domingo, febrero 23, 2014

jueves, febrero 20, 2014

A veces, cuando intento una accion muchas veces y no logro realizarla es porque simplemente no deseo realizarla.
Me saboteo a mí misma.

En esas situaciones lo mejor es pararse a pensar.

Y en ello estoy... pensando

miércoles, febrero 19, 2014

sobre el amor y otros hechos fantásticos

Mucho se ha escrito, cantado y recitado por amor.

Existen muchos tipos de amor, pero el amor más deseado y envidiado es el amor incondicional. El que se da cuidando de la otra persona y que la otra persona cuide de ti. Sin perder la independencia, pero con la capacidad de dar sabiendo que la otra persona te tendrá en sus prioridades. Alguien se hace responsable de otro alguien.

Ese es el amor que entrego. Y cada vez que pronuncio "te quiero" me refiero a esto. Eso implica que no voy a pedirle a la persona a la que amo esperas imposibles, ni trabajos forzados para acceder a mí. Eso implica a vecss tener que renunciar a mis deseos inmediatos para no herir al otro.

Responsabilidad. La gran palabra que sustituye a la culpa en mi diccionario. Hacerse cargo de los actos de uno. En este sentido supone hacerse cargo de las emociones de alguien, velando por no prometer ni comprometer al otro más allá de lo que uno puede dar. Velando por no hacer sufrir y por hacer feliz.

Querer a alguien no implica olvidarse de uno mismo, sino priorizar a otro sobre uno. Cuando eso sea recíproco, claro.

Si no se produce esa situación extraña en la que alguien se aprovecha y alguien permite que se aprovechen de uno.

Para amar así hace falta madurez, hace falta valentía y hace falta mucha responsabilidad. Hacia el otro y hacia uno mismo. Para no permitir que nadie te reviente el corazón porque es incapaz de mirar más allá de sus narices.

Qué fácil es decir "te quiero" y qué complicado ser realmente responsable y honesto con lo que supone amar a alguien.

jueves, febrero 13, 2014

Atardeciendo



El sol se deslizaba, atardeciendo en rojos, naranjas y rosas sobre las nubes.

No nos quedó otro remedio que pararnos a observar esa maravilla de la naturaleza,  pese a los gritos de una hora antes,  a las lágrimas conduciendo de regreso a Madrid, a la angustia en la garganta y esa sensación latente de que ya nada iba a volver a ser como antes.

Así que dejamos el coche a un lado, abrimos la puerta, salimos para observar el espectáculo. Fue un pequeño paréntesis. El mundo nos recordaba que la vida se seguiría abriendo paso independientemente de nuestras discusiones, de nuestra ansiedad, de nuestros miedos y preocupaciones cotidianos. (La vida ya se encargaría de demostrarme muchas otras cosas años después, pero eso ya es otra historia).

Volvimos al coche y al llegar a Madrid jamás volvimos a dormir bajo el mismo techo.

Pero todos los días sigue atardeciendo.