La gente cree que grabar en un estudio es una experiencia divertida. Tampoco me extraña, con todos los extras de DVDs que nos venden la imagen de caras sonrientes tras amplis y micrófonos. Nadie sabe aquello de escuchar la misma canción cien veces seguidas, las broncas porque algo no cuadra o alguien se imaginaba la melodía de manera diferente. El malestar de muchas horas de trabajo seguidas. Y el reloj. Siempre el reloj. Minuto a minuto uno va escuchando las monedas caer desde tu bolsillo al del técnico del estudio. Al principio muy despacio, todo debe de quedar perfecto, hasta al final, en el que ya nadie está de humor para discutir. Cuando descubres que elegiste el lugar equivocado para grabar. Que la guitarra continuará sonando igual de metálica que al inicio, porque el técnico no sabe, no comprende, cómo hacerlo mejor.
Gracias a Paco y a Marko mi percepción de las grabaciones ha cambiado notablemente. Gracias a los dos.
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