Una historia real
Primero fue un coche patrulla girando en redondo en la carretera. Quizá esa señal le hubiera bastado para adivinar lo que sucedería, pero le pareció simplemente extraño y continuó la marcha. Un par de miradas por el retrovisor de su Opel le mostraron que ese coche patrulla marchaba detrás de él. "Y sin luces", pensó, "qué temeridad". La luz rojiza del atardecer iluminaba ya poco la carretera secundaria y los pocos coches con los que se cruzaba habían encendido los faros desde hacía casi una hora.
Imaginó que la policía perseguiría al comando que había hecho explotar dos bombas en la capital. Había elegido esa carretera secundaria para evitar las colas interminables de los controles policiales, un camino de mayor distancia, pero más rapido. Quería llegar pronto a casa para ver a su hijo.
Al girar en una curva, le extrañaron los colores azul y rojo brillando al fondo. Un coche policía se había cruzado en la carretera, tras él, media docena de agentes le apuntaban con la pistola. Cuando paró, el coche patrulla que le seguía hizo una violenta maniobra con un sonoro derrape.
"Rápido, tras el coche", susurró una voz grave.
No podía creerlo. Nueve pistolas vigilándole.
Quizá sería mejor salir.
"No se mueva. Salga despacio, pero quiero ver sus manos alzadas".
"Y no toque el arma". ¿El arma?
Así que salió del coche, con las manos en alto. Mientras le esposaban pudo oír las risas del policía más jovencito, que estaba registrando el coche.
"Así que esto es lo que os asustaba tanto", dijo entre carcajadas, " si es la pistola de un crío".
El policía sujetaba entre sus manos la pistola de flechas de su hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario