Hace unos años me acerqué a un cantante, al finalizar el concierto, y le dije con voz temblorosa que me había encantado su concierto. Que el grupo era excelente. Que yo también cantaba en una banda. Ese músico tuvo la gentileza de escucharme, de interesarse por lo que yo hacía por aquel entonces, de darme ánimos.
Ayer por la noche me tocó a mí escuchar esas mismas palabras, de labios de unos chicos que llevan un año encerrados en el local, peleándose por su música. Supongo que es el paso del testigo de unos a otros.
No sé a quién le hizo más ilusión la conversación, si a ellos, o a mí.
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