miércoles, enero 26, 2005

Cómo no escribir una letra
La presión me atenaza. El productor a la escucha y exige cinco temas, cinco singles para una grabación de presupuesto elevado, que no ilimitado. Esta mañana intento dar letra a tres temas sin letra que se rebelan en el fondo del armario. Saco la guitarra. La aporreo. Por favor, sinónimos de miedo, de silencio, de deseo, decir follar con elegancia aunque salgan obscenidades que rimen en a. La presión me atenaza y escribo palabras encadenadas sin sentido. Trato de echar mano de recuerdos desdibujadois en cuadernos viejos. Guardo la guitarra. Escucho versiones sin letra. Trato de concretar sílabas que cuadren con los golpes de voz de las grabaciones, esta vocal no me permite subir el tono.
La presión me atenaza. Leo los cuadernos y río y lloro con recuerdos de personas con las que ya no me hablo. Me despierto a ratos en un febril intento de organizar ideas en diez documentos de word sin sentido basados en lo más brillante que escribí hace años, en los cuadernos.
Saco la guitarra. La guardo. Junto letras, palabras. Emborrono hojas por el suelo. Busco un café en la cocina. Escucho otros grupos, intento recordar qué dicen las letras de los demás. para qué sirven las letras.
Canto al amor, a personas admiradas, al desamor, a los muertos, a los sueños al desengaño. Está en tono mayor pero es triste, amarguemos el final en la última estrofa.
Y de repente brilla algo en mi cabeza. Lo veo claro. Tan sólo encontrar el modo de expresarlo. Persigo a la musa por la habitación, a lo largo de la calle, el barrio, la ciudad entera. Pero la muy puta siempre se me escapa.
Me marcho enfadada de mis veinte metros cuadrados para que me de el sol en la cabeza.
Regreso al cabo de un rato. El campo de batalla plagado de cuadernos abiertos, hojas rotas, bolígrafos. La guitarra me mira asustada, incrédula, desde el sofá.
Pero la búsqueda de la musa ha dejado unos rastros emborronados en una hoja y se parece levemente a aquello que vi tan claro hace una hora. No es perfecto, la perfección no existe en este mundo, pero sí es aquello que sentí en ese momento.
La presión me atenaza un poco menos.

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