Se ha ido. Cabalgo entre el alivio y la desesperación. Porque las paredes hablan de ella, los libros me cuentan anécdotas, su olor aún no se ha ido de la casa. Sigo caminando en el abismo de preguntas sin respuestas (a punto de naufragar este sábado en islas exóticas), entre miedos, recovecos que parecían cuevas.
Duele. Pero ya obtuve en otras ocasiones el mapa de este dolor, sé navegar por él. Sólo cuestión de tiempo. Algún día me levantaré con las cuestiones resueltas. Y, como siempre, será demasiado tarde.
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