Un breve lapso de tiempo para encontrar trabajo, correr por la mañana a mi puesto, correr a comer a casa de mi abuela, tomar bus de vuelta a mi ordenador y mi teléfono, correr al master, correr a casa y correr a la cama.
Siento que corro pero que no avanzo a ningún sitio. Puede que sea la medicación, que me cansa y me atonta.
Puede que simplemente tenga que esperar a acabar el master para que mi vida deje de ser una gymkana permanente.
Puede que tenga la regla y, pese a los anuncios de compresas, me sienta cansada, dolorida y poco orgullosa de ser mujer.
jueves, abril 21, 2005
viernes, abril 15, 2005
Entre bostezos vierto la leche en mi café amargo. Me siento ante las noticias de la tele con cinco galletas en la mano. Mojo la primera. Por casualidad la miro. Mierda. Tiene una forma diferente a las demás, con una carita dibujada. ¿Y si he estado a punto de comerme el comprobante de un premio maravilloso de estos de sueldo para toda la vida? Seco a toda prisa la galleta, imaginando mi piel tostándose por el sol en las playas del Caribe. Corro a la caja de galletas, tirando por el camino una lata de tomate, un brick de leche, varios sobres de sopa precocinada.
Pero no.
La caja no habla de promociones. Ni de sueldos para toda la vida, ni de coches fantásticos y la arena del Caribe pasa a ser la del borde de la piscina municipal repleta de niños y abuelas del barrio.
Observo que el dibujo de la galleta aparece varias veces repetido, pero siempre he estado demasiado dormida como para apreciarlo.
Remojo mi galleta seca en la taza y me como los sueños de premios disueltos en el café amargo de todas las mañanas.
Pero no.
La caja no habla de promociones. Ni de sueldos para toda la vida, ni de coches fantásticos y la arena del Caribe pasa a ser la del borde de la piscina municipal repleta de niños y abuelas del barrio.
Observo que el dibujo de la galleta aparece varias veces repetido, pero siempre he estado demasiado dormida como para apreciarlo.
Remojo mi galleta seca en la taza y me como los sueños de premios disueltos en el café amargo de todas las mañanas.
jueves, abril 14, 2005
Tiene tres años. Desde los dos ya consigue sacar y cruzar el campo de tenis entero, por encima de la red. Protege a los niños pequeños en la guardería. Su profesora le llama Don Miguel, porque cada vez que ella da una explicación en clase, él le dice que lo hace muy bien y le da las gracias.
Hace unas semanas le vi con un moratón en la cara.
- ¿Qué pasó Micky? ¿Te has peleado en el cole?
Él negó con la cabeza.
- Tenis.- dijo encogiendo los hombros como expresando: "gajes del oficio".
Hace unas semanas le vi con un moratón en la cara.
- ¿Qué pasó Micky? ¿Te has peleado en el cole?
Él negó con la cabeza.
- Tenis.- dijo encogiendo los hombros como expresando: "gajes del oficio".
miércoles, abril 13, 2005
domingo, abril 10, 2005
El profesor se preguntaba, con toda la razón, qué pintaba yo en su clase. Jamás me había visto en ella, salvo el año pasado, cuando le entregué la ficha. En junio del año anterior había leído mi examen y, pese a mis reiteradas ausencias, había escrito un notable en las calificaciones finales.
Allí estaba yo. Con el notable en mi expediente de una asignatura a la que jamás había asistido y un año después no me perdía una hora de su farragosa literatura.
El profesor jamás se fijó en la chica morena de ojos azules a la que yo acompañaba como un perrito faldero.
Sí, es una de las idioteces que se hacen por amor: asistir a una clase coñazo que ya has aprobado sólo por el placer de mirarla.
¿Y vosotros? ¿Qué tonterías habéis hecho por amor?
Allí estaba yo. Con el notable en mi expediente de una asignatura a la que jamás había asistido y un año después no me perdía una hora de su farragosa literatura.
El profesor jamás se fijó en la chica morena de ojos azules a la que yo acompañaba como un perrito faldero.
Sí, es una de las idioteces que se hacen por amor: asistir a una clase coñazo que ya has aprobado sólo por el placer de mirarla.
¿Y vosotros? ¿Qué tonterías habéis hecho por amor?
martes, abril 05, 2005
Éramos seis y jamás debimos de entrar legalmente en el coche. Pero lo hacíamos. De vuelta a casa de una universidad castradora mental y sexualmente en la que la Historia Universal se estudiaba como los buenos y los malos, en la que memorizábamos la designación papal de la Edad Media gracias a un cura del Opus Dei. En la época en la que escribía en mis exámenes que la homosexualidad es mala por el relativismo social cuando me deberían de estar enseñando Sociología.
Pero salíamos de clase los seis y nos subíamos al destartalado Opel Corsa de Xabi. A mí me tocaba en la parte de atrás, entre otros dos estudiantes, con la guitarra desenfundada, ejerciendo de reproductor musical. Detrás, en el espacio de maletero, se encontraba el espacio de Montañés, cuya melena nada tenía que envidiar a los Jackson Five.
Muchas veces equivocábamos el camino, simplemente por el placer de estar juntos los seis, siete con la guitarra. Casi provocamos un accidente el día en el que cantando un estribillo grité demasiado, asusté a un pobre camionero que desvió la atención a nuestra extraña estampa y estuvo a pundo de pegársela contra otro coche.
Recuerdo aquellos años con una sonrisa, aunque hace tiempo que no tengo noticias ni de Xabi, ni de Montañés, ni de María, ni de Silvia... A la otra María me la tropecé un día en la FNAC, cuando se encontraba de visita en Madrid, que me miró con sorpresa y apuntó mi teléfono en su paquete de cigarrillos. Pero no me ha llamado.
Pero salíamos de clase los seis y nos subíamos al destartalado Opel Corsa de Xabi. A mí me tocaba en la parte de atrás, entre otros dos estudiantes, con la guitarra desenfundada, ejerciendo de reproductor musical. Detrás, en el espacio de maletero, se encontraba el espacio de Montañés, cuya melena nada tenía que envidiar a los Jackson Five.
Muchas veces equivocábamos el camino, simplemente por el placer de estar juntos los seis, siete con la guitarra. Casi provocamos un accidente el día en el que cantando un estribillo grité demasiado, asusté a un pobre camionero que desvió la atención a nuestra extraña estampa y estuvo a pundo de pegársela contra otro coche.
Recuerdo aquellos años con una sonrisa, aunque hace tiempo que no tengo noticias ni de Xabi, ni de Montañés, ni de María, ni de Silvia... A la otra María me la tropecé un día en la FNAC, cuando se encontraba de visita en Madrid, que me miró con sorpresa y apuntó mi teléfono en su paquete de cigarrillos. Pero no me ha llamado.
domingo, abril 03, 2005
Claro que ha merecido la pena este año.
Comencé a escribir para forzarme a cierta rutina, para lograr expresar sentimientos de una manera más o menos obligada.
Y acabé quedando con bloggers, conociendo otras vidas que se abrían al ciberespacio como yo.
Me he sentido consolada, acompañada de voces anónimas que me leen muchos días.
Y ya vale de ñoñerías.
Comencé a escribir para forzarme a cierta rutina, para lograr expresar sentimientos de una manera más o menos obligada.
Y acabé quedando con bloggers, conociendo otras vidas que se abrían al ciberespacio como yo.
Me he sentido consolada, acompañada de voces anónimas que me leen muchos días.
Y ya vale de ñoñerías.
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