El profesor se preguntaba, con toda la razón, qué pintaba yo en su clase. Jamás me había visto en ella, salvo el año pasado, cuando le entregué la ficha. En junio del año anterior había leído mi examen y, pese a mis reiteradas ausencias, había escrito un notable en las calificaciones finales.
Allí estaba yo. Con el notable en mi expediente de una asignatura a la que jamás había asistido y un año después no me perdía una hora de su farragosa literatura.
El profesor jamás se fijó en la chica morena de ojos azules a la que yo acompañaba como un perrito faldero.
Sí, es una de las idioteces que se hacen por amor: asistir a una clase coñazo que ya has aprobado sólo por el placer de mirarla.
¿Y vosotros? ¿Qué tonterías habéis hecho por amor?
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