El error está en esperar demasiado de las personas. Considerar que todos somos iguales, que de la manera en la que una se comporta lo harán las demás, como si los sistemas morales que nos rigen fuesen universales. De manera que ser defraudada es sencillo, puesto que nadie actúa exactamente como esperamos.
En el momento en el que ya no se espera demasiado, en el momento en el que ya no se espera nada, sino que simplemente se observa y se actúa en base a esos hechos objetivos, una adquiere la capacidad de disfrutar de los instantes.
De lo que está sucediendo, no de lo que a una le gustaría que sucediera.
De lo real, no de aquello que podría suceder.
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