Recuerdo que hace unos años me suscribí, con unas amigas, a una especie de servicio para hacer amigos por carta. Allá cuando las cartas se escribían durante muchos minutos, a mano, con dibujitos, algunas con fotos, aromas y tardaban en recibirse semanas (algunas jamás llegaban).
Muchas las guardé hasta que en la última mudanza las tiré todas en un ataque de limpieza zen.
Bien. El servicio traía unas breves instrucciones de cómo escribir cartas, algunas obvias, otras no tanto:
"No escribas nada si te sientes triste o enfadado". Aún pervive grabado en mi memoria.
Así que hoy dejo de escribir, porque me siento de estas dos maneras, triste y enfadada.
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