Han pasado 4 años desde aquella primera vez que me sumergí con una actividad para turistas en el mar Caribe, con una especie de escafandra en la cabeza mientras los peces de colores mordisqueaban mi mano pensando que le llevaba comida.
Recuerdo el silencio.
Las corrientes cálidas y algo más frías. Llovía afuera y las gotas golpeaban con fuerza la superficie mientras bandadas de peces se apresuraban de un lado para otro.
Entonces descubrí que no había silencio, ni paz, sino multitud de vida inimaginable desde el mundo seco de los humanos.
Volví a Madrid y mi médico me negó la autorización médica, por razones más que evidentes.
He esperado 4 años para conseguirla.
El martes volveré a sumergirme en el mar Caribe.
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