Hoy un compañero de trabajo ha recibido un mensaje en el móvil. Uno de esos que se leen y releen y se vuelven a leer tratando de encontrar entre líneas alguna pista secreta. Mi compañero, un treintañero casi cuarentón que vive solo después de su divorcio, se ligó hace un mes a una alemana afincada en el Sur. Pues bien. El mensaje decía: "Este fin de semana me lo he pasado genial".
Supongo que no hay nada que nos joda más que la persona que nos gusta se lo pase genial sin nosotros.
Así que el pobre ha estado escribiendo mentalmente mensajes durante las ocho horas de trabajo. Algo que realmente le hiciera hacerse sentirse culpable a la alemana del Sur: "pues yo he tenido un fin de semana horroroso", ha contestado.
¿Saben los creadores de la tecnología GSM los estragos que han causado con sus avances? Todavía recuerdo aquellas horas interminables que se sucedían hasta que ESA persona respondiera al mensaje. Y los veintiocho sentidos distintos que puede tener una misma frase según quién la lea. O aquel mensaje de amor en el que mi novia me dijo por primera vez que me quería.
Pero la escena más estrambótica la protagonizaron mi amiga Mónica, su rollete de aquel otoño y su móvil. El rollete de mi amiga estaba con gripe y le mandó "besos asépticos".
¿Asépticos? Después de varias consultas al diccionario llegamos a la conclusión de que no eran besos faltos de pasión, sino que la pobre chica no quería contagiar a Mónica.
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