Preparar la ropa sobre la cama. Ducharme, perfumarme, crema hidratante. Cuidar los últimos retoques. Extender las medias sobre mis piernas despacio, acariciando la piel, pensando en el momento en el que las quitaremos de manera precipitada. Maquillarme ante el espejo, buscando la sonrisa adecuada, el color perfecto.
Y esta nueva mujer ante el espejo, desconocida para mí en estos últimos 31 años de mi vida, me saluda tranquila. Y condenadamente sexy.
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