viernes, julio 23, 2004

Comencé a sospecharlo cuando me sorprendía a mí misma observando bebés con ojos tiernos. Poco a poco se comfirmó cuando las treintañeras dejaron de parecerme unas "viejas intrusas en el ambiente" para convertirse en un objeto de deseo. Cuando las arrugas me parecieron una señal de experiencia y no de vejez, lo confirmé.
Ahora soy consciente de que pronto cumpliré veintisiete años. Cada vez me atrae más la treintena que la veintena. No me apetece volver a vivir los desengaños del aprendizaje allí donde ya fui desengañada.
Pero sí me siento un poco más vieja.

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