martes, julio 20, 2004

En mi barrio hay un local con apariencia de galería de arte. Su inmensa cristalera , que da a dos calles, permite al viandante observar el vacío de su interior. Sólo hay una silla, una mesa y un joven sudamericano con aspecto de aburrirse. A veces lee, a veces canta, a veces escribe frases que no puedo leer desde donde le miro.
En el barrio hay muchos edificios vigilados por guardas de seguridad, para evitar que los ocupen jóvenes con crestas de colores y rastas. Pero el joven sudamericano viste con una camisa y un pantalón vaquero. No lleva porra. Es la última persona a la que imaginaría defendiendo el local de un posible invasor.
Nadie sabe cuál es la función del chico. A veces pienso que tan sólo es fruto de mi imaginación, que en el local sólo hay una silla y una mesa. Pero siempre que paso por delante de la inmensa cristalera lo veo ahí, aburrido, escribiendo, leyendo o cantando.

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