jueves, noviembre 12, 2009

He vivido en tantos armarios a lo largo de mi vida que cada vez que salgo de uno nuevo no suelo sorprenderme cuando cruzo las puertas del nuevo que encuentro ante mí. Pero hacía muchísimo tiempo de la última vez que sentí un prejuicio interiorizado tan fuerte, tan poco consciente y tan claro.

Sí, soy abierta. Sí hablo con honestidad de mi situación, de lo que deseo, de lo que vivo, de esta forma tan poco frecuente de concebir las relaciones, el sexo y el amor. Me gusta hacerlo así porque soy quien soy y no necesito sentir vergüenza. Y porque me gusta tender la mano para que otras personas conciban otras maneras de vivir diferentes a la realidad monótona y frecuentemente no elegida en la que viven.

Ser honesto trae consecuencias. La honestidad se traduce en vulnerabilidad. Sólo si eres visible, lo eres a la crítica, lo eres a los prejuicios, lo eres a las ideas preconcebidass y muchas veces obsoletas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario