Ante las fotos, las famosas fotos, de los soldaditos en Irak.
Por acciones como estas no nos deberían extrañar respuestas como las de Al Qaeda, que, a fin de cuentas, no dejan de ser el cumplimiento de objetivos militares con muchas bajas civiles.
¿Qué imagen tienen de nosotros en Irak?
Un tipo con bigote que le ríe la gracia al gran vaquero del mundo: un hombre que ha matado a unas cuantas decenas de miles de personas de manera gratutita, con la frialdad de defender una gran mentira con una pose democrática.
A fin de cuentas sólo nos han devuelto la moneda.
Aquí corremos el riesgo de anunciar que en toda guerra siempre suceden injusticias, que son daños colaterales, que en todo ejército siempre hay alguien que se propasa. Que la bondad no es una de las virtudes que vienen de serie en el ser humano.
Claro.
El famoso ojo por ojo, diente por diente. Muerto por muerto. Por derecho.
Y entonces también la víctima se hace verdugo. Cambian los familiares que guardan el duelo, que mantienen el odio latente, perpetuo. Como en todas las guerras. Como en la nuestra. Todos tienen algo que lamentar. Todos guardan una pizca de razón.
La razón que concede la tortura. Y justifica ante la sociedad la existencia de ETA en el País Vasco, de Al Qaeda en los países musulmanes, de la guerra de Irak en los USA.
El odio se retroalimenta en forma de miedo, en forma de excusas para matar por unos motivos frescos, con cara, ccompuestos de historias interrumpidas, de vidas que sólo se guardan en el recuerdo.
Dicen los soldados estadounidenses que seguian instrucciones. Y probablemente no mentían. Las órdenes del miedo. Porque las peores acciones del hombre se cometen en grupo, cuando nadie se atreve a decir que algo no marcha bien. Cuando la voz discrepante puede acompañar a los torturados.
Quisieron hacer creer al "mundo civilizado" que esta guerra serviría para instaurar la democracia en Irak. Como si todos los países estuvieran preparados para ser democráticos. Como si la democracia fuese la gran solución para nadie.
y se les olvidó explicar que la guerra no es nada democrática. Que su fin consiste en poner de rodillas al adversario. Que ningún país tiene derecho a manejar la política de ningún otro. Que la ONU la inventó ese mundo "civilizado" para regular que nadie incumplía las normas después de la segunda guerra mundial.
De nuevo volvemos al mismo punto. Cambia la bandera. Cambia el idioma. Cambian los símbolos. Pero la foto es la misma: un hombre arrodillado, con ojos suplicando el derecho a continuar con vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario